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Jacinta y familia van al monte

Jacinta y familia van al monte

Como cada día, Jacinta salía a hacer la compra. Estaba contenta porque a pesar de ser mayor era capaz de valerse por sí sola y se encontraba bien.

Esa mañana lucía el Sol y hacía una temperatura extraordinaria. Jacinta se vistió con uno de sus elegantes trajes de verano. El traje elegido hoy era de color marfil, a juego con sus zapatos, bolso y sombrero. Siempre vestía muy elegante.

Así de radiante salía de casa y algo presurosa pues, esta vez también, quería coincidir con Karmentxu con la que solía pasar momentos muy agradables, charlando de todo un poco.

Por su parte Karmentxu, en ese preciso momento, salía de la Villa en la que vivía con sus padres y hermanos. Antes de iniciar su camino miró hacia la calle que llevaba a la casa de Jacinta, generalmente coincidían a esa hora. No la vio, pero decidió esperar un poco. Al cabo de pocos minutos se acercaba Jacinta, erguida y con paso corto para no perder el equilibrio, toda elegante y sonriente… como todos los días.

Después de las típicas palabras de saludo, hablar del tiempo y de la última noticia escuchada en la radio, Jacinta ya estaba enfrascada en una de sus historias, que Karmentxu esperaba con interés. Muchas veces se preguntaba Karmentxu si todas esas historias serían realmente ciertas, puras invenciones o mezcla de ambas… La cuestión era que le divertían mucho y de ellas siempre aprendía algo nuevo.

Decía Jacinta:

"… yo me llevaba muy bien con mi primo Ambrosio, desde muy pequeños fuimos como hermanos y al vivir muy cerca solíamos estar juntos casi todos los días. 

Un domingo, como tantos, íbamos a pasar el día en el monte donde nos reuniríamos varias familias. 

No sé a qué horas se habrían levantado mi ama y Frantxiska para ello, pero por la cantidad de comida preparada debía de ser muy temprano.

Este domingo, Jacinta y su familia iban a pasar el día en el monte


Estábamos ya a punto, cuando llamó a la puerta Ambrosio, alegre y dispuesto a cargar con lo que fuese. Mi ama repartió lo que cada uno tenía que llevar y todos salimos felices. Mi primo Ambrosio y yo éramos los encargados de llevar la enorme cazuela. Mi padre llevaba varias botellas de vino y sidra. Mi ama un enorme cesto con otras viandas y mucho pan.

No siempre íbamos al mismo monte y esta vez teníamos que coger el tren para llegar al pueblo más cercano, para empezar a subir al monte escogido. El trayecto del tren fue de 20 minutos hasta llegar al pueblo y en la estación, nos estaba esperando Josetxo. 

Josetxo era otro primo, fornido y rústico y nos indicó que al salir de la estación tenia un carro esperándonos. El carro, al parecer, estaba tirado por un caballo. 

Los cuatro estábamos boquiabiertos al ver aquello. Nosotros, tan de ciudad, íbamos a subir por primera vez en un carro como este. El carro estaba todo repleto de cajas y cestas llenas de viandas y botellas.


La familia de Jacinta y Ambrosio van a montar en el carro o Gurdia de Josetxo


Josetxo nos explicó que el resto de las familias nos esperaban al inicio de senda, que en el carro estaban los bártulos de todos y que al ser nosotros los que llegábamos de más lejos iríamos en el carro hasta allí.

Colocamos nuestros enseres como pudimos y nos sentamos, como pudimos también, en unos pequeños asientos."

En este punto de la historia, Jacinta se detuvo para reír a carcajadas,
Karmentxu contagiada empezó a reír también pero
se dio cuenta de que Jacinta reía por algo que
todavía no había contado y estaba recordando.

Continuó diciendo:

"He de reconocer que el viaje, que duró un cuarto de hora, se nos hizo eterno pues nunca habíamos viajado en un carro semejante. Ibamos como fardos en medio de un montos de cajas y cestas. Apretados los cuatro pues los pequeños asientos eran muy pequeños y se tambaleaban muchísimo. Nos sujetábamos los unos a los otros manteniendo el equilibrio en cada bache o revuelta…”

Jacinta detuvo la historia para hacerle comprender a Karmentxu qué clase de carro era:

“Karmentxu, tú ya has visto carros de estos en las fiestas y te haces una idea de cómo eran”. 

Continuó con su historia:

“Aquello se movía tanto que parecía que todo iba a salir disparado y nosotros también. Mi primo y yo, niños de 13 y 14 años, nos divertíamos mucho con los continuos vaivenes y saltos que daba el carro, sin embargo, mi padre y mi ama estuvieron muy pesarosos los días siguientes… Y mi padre amenazó con que no volveríamos jamás, (pero no lo cumplió).“


Jacinta reía a carcajadas recordando los movimientos que iban haciendo dentro de la guardia y para expresarlos mejor, se paraba para gesticular y escenificarlos con gracia, pues a pesar de sus avanzada edad era vital, salerosa y ágil.

A Karmentxu no le quedaba otro remedio que reír también. 

Continuaba Jacinta:

"Después del trayecto y unas buenas carcajadas con mi primo, llegamos al punto donde el resto de familias nos esperaban. Josetxo, el dueño del carro, empezó a repartir a cada uno lo suyo. Allí nadie se libró de ir bien cargado con lo que le correspondía.

Después de los saludos y abrazos entre familiares y amigos, emprendimos nuestra marcha y Josetxo se despidió de todos hasta la vuelta.”


En este punto, Jacinta detuvo la historia  y mirando fijamente a Karmentxu le dijo:

" Karmentxu, por aquella época solíamos ir al monte como mulas..."

Se rieron a carcajadas y Jacinta continuó con la historia:

"Mi primo y yo llevábamos la gran cazuela con el guiso de carne que iba a ser el plato estrella. El compás de nuestros pasos era perfecto pues en ningún momento tropezamos ni nos detuvimos por el peso. Todos íbamos contentos por pasar un día en el monte entre familia y amigos y los niños correteaban arriba y abajo como si fueran cabritillas.

Se decidió que cada hora descansáramos  para tomar algún refrigerio y ya tocaba el primero. Uno de los mozos del grupo se acercó hacia mi para preguntarme si quería relevo para llevar la cazuela. ¡Le respondí que no hacía falta!. Y al insistir el mozo, mi primo, molesto pero con buenas palabras le respondió que yo tenía tanta fuerza y aguante como cualquiera de los mozos. El chico se marchó algo cabizbajo.

Nuestras paradas de refrigerio eran todas una fiesta en las que rápidamente se sacaban pan, embutidos y sidra y convidábamos a todo el que pasaba.

Paradas de estas, hicimos tres, así que para cuando llegamos a nuestro destino todo el mundo estaba muy alegre entre cánticos e irrintzis…”


Se reía Jacinta con esa forma pícara de reír que tenía ella:

“Ambrosio y yo solo bebíamos agua con lo que la integridad de la cazuela estaba asegurada.

A medida que nos acercábamos a nuestro destino, a lo lejos vimos un grupo de gente que estaba colocando mesas y sillas que sacaban de un caserío muy hermoso.  Ambrosio y yo nos miramos con cara de extrañeza y antes de que preguntáramos nada, mi ama nos explicó que aquel caserío era de la tía Rufina y que todos aquellos chicos eran sus hijos.

Este caserío era nuestro destino final. Allí era donde comeríamos.

La excursión acabará en el caserío de la tía Rufina, donde comerán opíparamente.


Para cuándo llegamos, todas las mesas y sillas estaban preparadas. Los porteadores de las bebidas las metieron bajo una pequeña cascada de la cual bajaba abundante agua muy fresca. La comida se puso a la sombra y todos nos sentamos o tumbamos para descansar hasta la hora de comer. Al poco rato los mayores empezaron a beber sidra fresca-fresca y los jóvenes y niños empezamos a jugar y corretear.

El lugar era precioso, el caserío estaba en lo alto de una loma, rodeado de montañas. Si mirabas al Este veías una larga cadena montañosa y si mirabas al Norte se vislumbraba el mar a lo lejos. El cielo estaba limpio y muy azul con lo que se podía ver hasta muy lejos en el horizonte.

Mi primo y yo subimos a lo alto de un promontorio y allí, girando sobre nosotros mismos podíamos ver toda aquella hermosura.

Nos llamaron a comer y todos los jóvenes y niños que jugábamos desperdigados fuimos corriendo a la cascada a lavarnos las manos.

Sobre la mesa había toda clase de viandas y bebidas y el guiso repartido en los platos. Con el hambre que teníamos los jóvenes, lo fuimos devorando todo.

Después de la comilona, la tía Rufina sacó mantas y sábanas que desperdigó por el suelo para que la gente se tumbara a gusto para dormitar. El sol apretaba por lo que todas las sombras estaban solicitadas por nosotros y el abundante ganado que pastaba por allí.

Alrededor del caserío pastaba abundante ganado.



Al poco rato de estar tumbados, Ambrosio y yo nos aburríamos de estar quietos sin hacer nada. Así que le dijimos a mi ama que nos íbamos de excursión a curiosear el entorno…”

De pronto Jacinta detuvo su historia y con cara de susto le dijo a Karmentxu:

- "Karmentxu, ¿sabes la hora que es?"

Se habían sentado instintivamente en un banco del parque,
mientras Jacinta contaba la historia y
desde allí se veía el reloj que había en la calle.

Mientras Jacinta está contando la historia, sin pensar, se han sentado en un banco del parque y al mirar el reloj se han dado cuenta que se les hace tarde.


Karmentxu levantó la cabeza para mirar y de un salto se puso de pie nerviosa pues tenía quehaceres.

- "Me tengo que ir Jacinta" -le dijo- pero sin falta mañana me sigues contando.”

Y mientras se marchaba presurosa oyó decir a Jacinta:
 - "Mañana te contaré cómo conocimos a Bartolo"

Karmentxu se giró para responderle y pudo ver cómo Jacinta se reía plenamente. 
¿Quién sería Bartolo?

Tranquilamente, Jacinta también se puso de pie y con calma se dirigió a la tienda del barrio para hacer la compra.


(Continuará en el CAP. 4... ;-D)


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(foto del caserío tomada prestada de: http-//bertan.gipuzkoakultura.net/
y la del reloj de google)
continúa en: Jacinta y Bartolo



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Esta historia se encontraba escrita en la siguiente dirección y en fecha 13-08-2013: https://amaialasonrisafeliz.blogspot.com/2013/08/jacinta-va-al-monte.html
Desde hace tiempo he querido que Jacinta fuese independiente y lo he pasado a un blog propio, cambiando el título.
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Comentarios

  1. Hola, Amia!! Me has dejado con ganas de más. Espero saber más pues me han recordado a tía en paz descanse que era muy coqueta y también contaba historias. Buena tecera parte y con ganas de saber más. Saludos!!!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Keren!! Me alegra que Jacinta te traiga buenos recuerdos. Abrazo!!

      Eliminar
  2. Es un gusto introducirse en la historia de Jacinta y disfrutar de ese paisaje y de esa entrañable reunión familiar.
    Y, quién sería Bartolo?
    Esperando quedo el siguiente capítulo.
    Besos, Amaia.

    ResponderEliminar

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